marzo 20, 2009

La primera vez


Aún recuerdo con extraordinaria viveza la primera vez que entré en una sala de cine. Debía tener cinco o séis años. En aquel entonces había muchas reposiciones en los cines, muchos más por cierto que ahora, pues no existían los multicines, ya no hablo tan siquiera de los multicines integrados en los grandes centros comerciales. No existía el sonido THX, ni sonido envolvente ni nada del estilo, tampoco existía el DVD, y tampoco el VHS. Aunque en lo que a sonido se refiere la cosa no ha cambiado demasiado, ya que en muchas salas de cine en la actualidad el sonido es más bien mediocre.
Mis padres, sobre todo mi padre, han sido casi siempre aficionados a ver películas. Mi padre desde niño era ya un asiduo a las películas proyectadas en el pequeño cine del pueblo, y supongo que también soñaba con cabalgar por el salvaje oeste junto a “Yon Baine” (John Wayne), o tener la sofisticación y temeridad del agente 007 “Yeims Bond” (James Bond).
La primera vez, que entré en una sala de cine, que recuerde, yo y mis padres vimos Ben-Hur, de William Wyler, con Charlton Heston como protagonista absoluto. No era la primera vez que mis padres veían en la pantalla grande la trágica historia de Judá Ben-Hur, como he dicho antes, había muchas reposiciones en los cines en los años setenta y comienzos de los ochenta. La sala estaba a oscuras, la puntualidad no era precisamente una característica de mis padres, nos sentamos en un lateral, iluminado parcialmente por la para mí entonces gigantesca pantalla que colgaba frente a los espectadores. Fue realmente mágico, nos acomodamos y segundos después pasé de estar sentado en una butaca de cine a estar sumergido en una realidad totalmente distinta a la mía propia, durante las casi cuatro horas de proyección.
Es muy difícil con la edad poder volver a experimentar tal grado de evasión, nunca podemos ya abandonar del todo la penosa carga de la mochila de preocupaciones con que cargamos día a día. El poder de fascinación es hoy día difícil de describir para mí; una fascinación adictiva para quien experimentó eso siendo niño.
Soy aún capaz de visualizar el momento en el cual la voz en off del narrador, cuyo doblaje en español correspondió a Ramón Martori, y que tan grabada está en mis recuerdos, daba paso a la historia de Judá. Las imágenes se proyectaban a lo largo y ancho del escenario, aquello era algo muy grande, vasto e indescriptible, que consiguió que yo pudiera seguir con sumo interés los terribles avatares del judío que era injustamente condenado a galeras por alguien a quien él había considerado amigo suyo. Viendo la película experimenté, diría yo por vez primera, la rabia e impotencia del protagonista ante tantas y tan injustas calamidades, antojándoseme casi impensables en la vida real. Algo demasiado dramático para ser cierto. Despertaba en mí emociones púberes y abrumadoramente ingenuas. Gocé viendo la carrera de cuádrigas, aquello era en verdad impactante, tanto que acabé con dolor de cabeza al salir de la sala de cine. Disfruté con la venganza de Judá, y creí comprender el poder liberador de la paz cuando el protagonista milagrosamente dejaba por fin de odiar a su enemiga Roma. Los hay que todavía creen entenderlo me parece a mí, pero aquello era algo más grande de lo que ya me parecía entonces, difícil de comprender más allá de la ficción hollywoodiense.
El cine en aquellos días todavía era capaz de secuestrarme emocionalmente durante la proyección, absoluta e irremediablemente. Pocas veces he vuelto a experimentar algo semejante después de aquella primera vez. Sentí algo parecido cuando con ocho añitos ví En busca del Arca perdida de Steven Spielberg, que me marcaría definitivamente, para bien o para mal. Y más adelante ya, con La Comunidad del Anillo de Peter Jackson. Gracias a Dios todavía no he perdido del todo la capacidad de fascinación, cruzo los dedos.

marzo 15, 2009

Sobre el tamaño de la pantalla y las tarjetas de espectador frecuente


Leí una entrevista al dueño de la empresa que creó el IMAX. Por lo que parece, esta convencido de que el Home Cinema no será capaz de hacer irrelevante el cine, sobre todo a aquellas salas que con su tecnología parecen "engullir" al espectador. Entiendo que a la mayoría de la gente y sobre todo a los niños les encante sentirse dentro de la peli: tocar la nieve de Polar Express, volar con Superman... la verdad es que nunca he asistido a un estreno en sala IMAX, pero en Disney creo haber entrado a algunas atracciones con este tipo de proyección. Estar en el espacio, viajar en el tiempo con Mc Fly, son algunas sensaciones que pueden experimentarse.
¿Cuál es el tamaño ideal de la pantalla? Para mi depende de la peli, cuando se trata de ver películas como El Lector o Revolutionary Road no soy muy exigente. En cambio cuando se trata de ver Batman Begins o Watchmen, es mejor que sea lo más grande posible...
Ultimamente he ido a salas más tradicionales y me he llevado desilusiones ya no solo porque la pantalla parece ridícula en comparación con las de multicines sino que las sillas están en un estado deplorable. Una vez que se prueba la calidad, es difícil adaptarse a menos. No hay donde dejar la botellita de refresco o el sillín se levanta sin remedio.
Me sorprende que en Londres por ejemplo, mi compañero de blog,  haya encontrado salas en las que aún se ven cabezas al frente... al parecer el coste de reforma de edificios en el centro de Londres puede ser inviable para algunos gestores. Me parece increíble que haya salas que resistan el embate de multicines escalonados, la verdad. Claro, que como dije en mi primer post, hay espectadores a los que esto les importa un pimiento.

¿Será por eso que se hayan puesto de moda las tarjetas de fidelidad? Para seguir la tendencia de aerolíneas, supermercados, tiendas de ropa, discos, y no sé si con mucho éxito, pero en Mallorca tenemos dos tarjetitas que "premian" al espectador frecuente: la CINESA y laAFICINE. La CINESA se usa sólo en las salas del Festival Park, pero te da la ventaja de pagar 4.50€, y te envían por email noticias y promociones especiales si quieres. Acumulas puntos que puedes canjear por palomitas, refrescos, entradas y otros. Hay que decir que en el cine de esta cadena se agradece que te dejen pagar con tarjeta de crédito o débito (Festival Park). Gracias a ser una cadena nacional, por lo visto tiene partners interesantes, como Iberia, que ya te deja canjear tus puntos por entradas. 
La tarjeta AFICINE en cambio, agrupa a varios cines más en Mallorca, pero como competencia regional es más modesta, desde el formato (papelito cutre), y no te da ningún descuento frente a los que no tienen la tarjeta, sólo te deja canjear los puntos que acumulas, como la otra. 
En la primera me parece que hacen un esfuerzo considerable por recoger información del espectador asiduo. Una amiga me decía que casi no la saca porque el cuestionario web era larguísimo. En la tarjeta AFICINE en cambio, la anonimidad prima. No sé cómo pretenden saber si soy cliente más o menos asiduo si no tiene un lector identificativo... pero bueno, en el último Fancine de Mallorca (revistilla de las salas Aficine con resúmenes de estrenos) ofrecen hacerte titular VIP si usas la tarjeta más de 150 veces en un año... a buena hora avisan. Se echa en falta un teléfono de consultas o sugerencias, porque no tengo idea de cómo van a contabilizar esas 150 veces (que echando cuentas significa que alguien que va una vez por semana lo tiene chungo). ¿será que lo saben imposible?? Habrá que intentarlo.

marzo 05, 2009

El Bluff

Críticos de cine. ¿Quiénes son ¿ ¿Cómo son? Me puse a pensar un rato y como en una epifanía la imagen se me apareció clara y concisa, un tipo de físico descuidado, con enormes gafas con dioptría culo de botella y con algo de joroba hurgaba entre sus papeluchos, las chorrocientas mil revistas dedicadas al cine, Cahiers du cinéma, o Dirigido por, y cientos de películas en VHS se amontonaban sobre la estantería, que se tambaleaba sobre la mohosa pared que la sostiene a ella y al póster de la película Sérpico, sujeto en la pared con papel celo. Un pequeño flexo ilumina la abarrotada mesa donde el crítico apoya la Cánon Typestar 110. Un sucio calendario de la película Blade Runner, marca la fecha 1986, aunque ésta no fuera la fecha de su estreno. Pues sí, la alumbrante visión colmó mis asperezas para con la nueva ola de críticos de qualité que aterrizaron allá por los años noventa, y los críticos del nuevo milenio. Aquel tipo marginal que se esconde en la diminuta buhardilla escribe pensando en aquel suculento chuletón de Aranda de Duero, acompañado por un vino Ribera de Duero, y en lo pobre y seco que resulta el bistec de cerdo que yace sobre el plato, mientras que bebe vino Carrefour. Con esto quiero decir, que este intelectual cinematográfico sabe distinguir un buen film de un cagarro de película. Él probó el chuletón, degustó el buen cine, él amó al cine, y no se vendió, y por ello no dijo tonterías. Tampoco le pagaron mucho por hablar de ello. Pero en los noventa aterrizaron los cuatro amiguetes que se las dieron de modernos, que hablaron de cine en una década cinematográficamente lamentable, que se dejaron perilla, llevaron enormes gafas de pasta negra sin tener dioptrías y se codearon con las estrellas, en los Festivales de cine. Éstos ya no escribían en diminutos cuartuchos donde apenas había espacio para la Cánon Typestar 110, no, éstos ya tenían espaciosos apartamentos, donde se dejaban llevar por la novieta que les decía que Brad Pitt era muy guapo, para que constara en la crítica de turno. La créme de la créme bajo la sombra del Grupo PRISA, y que parecían y parecen aún comunicarse exclusivamente entre ellos y nadie más. Lo pedante rallano con el más puro bluff acecha a cualquiera que desee adentrarse en el ortopédico terreno de la crítica cinematográfica.
En 1997, y gracias a internet, surgió por vez primera la idea del Weblog, el blog. Un medio a través del cual se puede dar a conocer la información deseada a través del ciberespacio. La mayoría utiliza estos espacios personales a modo de diario personal, en los que se nos narran las mil y una anécdotas, aburridas o no, del día a día de la persona creadora del blog. Pero los blogs sirven también para transmitir un conocimiento concreto y poder hacerlo llegar a cientos e incluso miles de personas. Estos blogs pueden utilizar enlaces a otros blogs o portales webs en los propios posts (entradas de información con fecha de publicación y que se organiza de forma automática), de manera que la información se multiplica, y al final el imbricado de conexiones se hace inabarcable. La oportunidad de transmisión de conocimiento nos permite compartir lo que sabemos o creemos saber, de un modo más rápido e inmediato. Y lo más increíble es que al escribir en internet el contenido puede llegar a cualquier persona de cualquier parte del mundo. Los blogs parieron a estos nuevos cibertransmisores del conocimiento, y no al revés, y éstos crearon el gran bluff (un engaño, una bravata, pura apariencia). Hablando de “críticos cinematográficos”, ¿de dónde viene el conocimiento transmitido por estos críticos de cine en el nuevo milenio? ¿Qué valor tiene? Los nuevos escritores de críticas cinematográficas, en general son meros reseñadores de cine, gente que sobre todo habla acerca de las películas que han visto, que desea compartir su afición con los demás, y cuyos criterios a la hora de calificar la calidad de la obra pueden ser más o menos afortunados, pero nada más. Es inútil intentar convencer con razones vacías, por lo que he podido ver en general, a los demás. Este bluff cinematográfico nos sirve de guía, es opinión cuando no pretende nada más, que no llega a “verdadero pensamiento” muchas veces. En palabras de T.H. White: “Las opiniones son callejones sin salida”, y “las discusiones” originadas en los comentarios a los post en este caso “son una exhibición de fuerza mental, son un hacer esgrima con argumentos no para obtener la VERDAD, sino la victoria.” Es curioso que sin embargo los blogs le deban gran parte de su éxito a los comentarios que se derivan de los mismos posts, estableciendo una relación directa entre los lectores y el escritor. Lejos están los tiempos en los que sólo unos pocos podían hablar con pretendida autoridad acerca de algunos asuntos. Creo que muy pocos de los que nos consideramos “críticos de cine aficionados” hayamos probado realmente un buen chuletón de Aranda de Duero como para poder discernir lo bueno de lo malo, pero al menos, podremos compartir nuestra visión particular con esa increíble masa de cibernautas que se pasean diariamente por la red regalando conocimiento...o desconocimiento. Es la paradoja de este gran bluff a que nos lleva la devaluación de la información cuando ésta proviene de tantas y tan diferentes fuentes.